La crisis energética de 2022 ha sacudido considerablemente el sector nuclear. “No hay tiempo para estar gordo, hay que estar vivo”, pensaban los europeos, entre los que la proporción de detractores de la energía nuclear bajó del 26% en otoño de 2021 al 15% en otoño de 2022, según un estudio de la Fundación Századvég.
Bélgica no fue una excepción. El país, que confiaba en poder eliminar completamente la energía nuclear para 2025, ha tenido que reconsiderar urgentemente sus planes. ¿Cómo lo ha ha hecho? El Instituto para el Desarrollo de Tecnologías de Combustibles y Energía (IRTTEK) cuenta para Revista Energía mucho más.
Tradicionalmente, los belgas figuraban entre los cinco países europeos más comprometidos con la energía nuclear con 7% de toda la producción de energía nuclear de la UE. El principal líder reconocido es Francia con un 52%. En cuanto a la importancia del átomo para cada país por separado, Francia también se sitúa a la cabeza, con una energía nuclear que representa hasta el 70% de su producción total de electricidad (2021).
En general, en la sociedad europea se sigue debatiendo si es seguro desarrollar la energía nuclear. Los opositores parecían ir ganando terreno poco a poco, pero el conflicto de Ucrania les hizo retroceder algunas posiciones. Ha quedado claro para todos que, en la práctica, las centrales nucleares pueden proporcionar energía fiable y barata y con bajas emisiones, y esto es más importante que cualquier otra cosa en estos momentos. Además, hasta un 40% de los europeos no se oponen en absoluto a la generación de energía nuclear en sus países.
Desde 2003, la energía nuclear local se ha visto sometida a la presión de la sociedad y el gobierno, con menos inversiones y un número creciente de voces que piden el abandono total de la energía nuclear en el sistema energético nacional. Y desde 2003, la promesa de un abandono progresivo de la energía nuclear está consagrada en la legislación belga. La tragedia de Fukushima jugó sin duda a favor de los opositores de la energía nuclear y el país elaboró un plan para cerrar absolutamente todas las centrales nucleares antes de 2025.
Pero algo salió mal en 2022. Por supuesto, todo el mundo tiene claro qué salió mal y dónde, por lo que se ajustaron los planes energéticos de Bélgica. Los planes se pospusieron 10 años, lo que significa que los dos reactores más nuevos del país, Doel 4 cerca de la ciudad portuaria de Amberes y Tihange 3 cerca de Lieja, podían seguir funcionando hasta 2035 para garantizar la seguridad energética nacional. Esto se supo a principios de 2023, cuando los belgas acordaron con sus vecinos franceses de la empresa energética Engie prolongar la vida de estas centrales nucleares. Así lo anunció el primer ministro belga, Alexander De Croo, quien señaló que esta medida era “crucial para nuestra seguridad energética”.
Las negociaciones con los franceses no fueron fáciles y duraron varios meses porque las partes tenían que resolver varios asuntos a la vez, como la creación de una empresa conjunta para explotar los reactores, así como limitar los costes de eliminación de los residuos nucleares. Y es la eliminación de los residuos nucleares lo que tradicionalmente ha suscitado más críticas por parte de los detractores de la energía atómica. Las autoridades belgas no han demorado más el asunto y han declarado que los planes deben iniciarse de inmediato.
Pero estas medidas no son suficientes. Incluso después de la ampliación de Doel 4 y Tihange 3, que juntas tienen una capacidad de 2 GW y entraron en servicio en 1985, los expertos prevén una crisis energética en el país en los próximos años. Por ello, el país se ha vuelto más activo a la hora de atraer inversiones a su sector nuclear en 2022. Según Bloomberg, la inversión en tecnología de fusión nuclear ascendió el año pasado a 1.000 millones de dólares, tres veces más que en 2020.
Así que no parece una idea sensata precipitarse y renunciar al átomo, sobre todo a la luz de los recientes cambios globales en el mundo de la energía. Y Bélgica, situada entre dos polos opuestos -la Francia nuclear y la Alemania anti-nuclear- parece inclinarse hacia su vecino occidental.